Ofrecer tu regalo al mundo (Parte II)
La quema del hombre no fue el final.
Faltaba el cenit de la aventura. El momento más ceremonial, simbólico y espiritual de Burning Man: el Temple Burn.
Nunca imaginé que el fuego del Templo me pediría, una vez más, entregarme a mi verdad.
No es un Templo religioso, es un Templo humano.
Su fuerza radica en la contención y seguridad que nos transmite para liberar las emociones y sentimientos más profundamente arraigados que generan nudos de significación, bloqueos energéticos, pensamientos y emociones destructivas que dañan nuestra calidad de vida.
Ahí se ama donde duele. Se trabaja donde duele. Y se perdona donde duele.
Y también, a pesar de las trágicas historias, se agradece.
Por poner la vida en perspectiva. Por conectar con algo más grande que nosotros mismos. Por el amor y la libertad. Por la música y el arte. Por el propósito y los llamados internos. Por la intención y el compromiso en los que te descubres a ti mismo.
Al anochecer, rodamos al Temple Burn. A la distancia, lo vimos arder y pintar la noche de rojo. Mientras nos acercábamos, enfoqué mi energía en elevar pensamientos y emociones que descargaran del campo cuántico la experiencia final que sellara en mi Ser la certeza de que todo es posible.
Esa ceremonia condensa todo el espectro de la emoción humana. Algunos lloran lágrimas de agradecimiento; otros, de liberación. Algunos se abrazan; otros se dicen adiós. Algunos se comprometen frente al fuego; otros, finalmente, se perdonan a sí mismos.
Todos vivimos el mismo momento y lo experimentamos de una forma totalmente diferente.
Al acercarnos al fuego, sentí el calor de las llamas más ardientes que he presenciado en mi vida. Mis hermanos no quisieron quedarse y, una vez más, en el corazón sentí el llamado a algo grande y decidí quedarme.
Seguí la tradición y caminé en círculo alrededor del Templo mientras el fuego consumía y liberaba todo lo que se sostuvo esa semana. Me faltó el aire y salí al interior de la fila para ver que la lentitud era por una walking meditation de Yogananda.
Una vez más, Yogananda nos ofreció su regalo. Compartió la tranquilidad de su alma con los que lo acompañamos en silencio y con paciencia.
Esa paciencia que significa confiar en el orden universal del Gran Mecanismo, y que la sabiduría milenaria siempre nos recuerda, pero que me cuesta tanto trabajo practicar.
Y ejerciendo mi paciencia, en esa falla de la matrix, en la que el tiempo no existe y conquisté territorio a mi prisa interna, al caminar en meditación choqué con una persona que me encontré días antes y me conectó con el asombro.
Sin fijarme quién era, le dije:
— I’m sorry.
Sonriendo, me dijo:
— Don’t worry.
Una vez más, era Emma Watson.
Me quedé paralizado.
Mi mente tuvo un cortocircuito al confirmar que, efectivamente, tenemos una conexión directa con el campo cuántico que contiene todas las experiencias disponibles para la experiencia humana.
No supe qué hacer y la seguí sin invadirla.
— Piensa, piensa, piensa… Visualizaste tanto verla otra vez y aquí está. ¿Para qué creaste este momento?
Se acercó un hombre con el que habló el suficiente tiempo para que yo conectara los puntos y comprendiera para qué estaba ahí, en ese lugar y en ese momento.
Días antes me la encontré y, desde ese instante, enfoqué mi energía en volverla a ver.
Llevé cuatro regalos que me acompañaron en la mochila a todas partes.
Esa misma madrugada, el Gran Mecanismo me puso a prueba cuando perdí la armónica.
En la pirámide dije: “Si regresa a mí, es porque alguien más tiene que escucharla.”
Me entregué al llamado interno, jugué con la energía de la pirámide, di mi regalo y me di a mi regalo, y la armónica regresó a mis manos.
En el atardecer estábamos en el Sunset Set del maestro Eduardo Castillo y, aunque no quería, regresé al camp justo antes del Temple Burn. Al llegar, recordé que la armónica estaba en mi maleta para no perderla y entendí que realmente fui al camp por ella.
Al rodar al templo, a Mike se le jodió la bici. Ese aparente retraso, orquestado por el Gran Mecanismo, puso en orden el tiempo y el espacio para este encuentro. Fue milimétricamente orquestado para caminar a su lado. Ni un paso antes. Ni un paso después.
Mi mochila siempre se quedaba en mi bici, pero para el Temple Burn sentí que debía llevarla conmigo.
Mis hermanos se fueron por la intensidad de las llamas, y el llamado interno me pidió quedarme.
La armónica no tenía que estar ahí.
La perdí y la recuperé. La guardé y me olvidé de ella. Regresé al camp y me acordé de ella.
La armónica sí tenía que estar ahí.
Cerré los ojos, inhalé profundamente y decidí elevar mi confianza en mí mismo.
— Halcón, le vas a tocar la armónica a Emma Watson.
Abrí mi mochila, saqué la armónica y conecté con la frase de su caja: “¡Con la armónica del Gran Mecanismo y bajo las alas de Búho, nació el Halcón y el mundo lo agradece!”
Y con la seguridad de un hombre que descansa en la fuerza del llamado de su corazón, me acerqué y le dije:
— Hello, Emma. I saw you at the pancakes the other day!
— Oh yes, I remember, you’re one of the three guys with the cool outfits.
— Yes, yes. Thank you! Seeing you twice in the same week is unbelievable — the chances are basically zero. For me, this is a signal to offer you my gift.
— Ohhh, yes. It’s crazy, right? How Burning Man works, right? Please, go ahead!
Saqué la armónica, se la enseñé a su amigo y a ella.
— This is not a normal harmonica. This is the harmonica of the Great Mechanism.
De la manera más precisa, sofisticada y poética posible, conté la historia de la armónica y de Momentos de Tranquilidad.
Inicié con la primera ceremonia de Ayahuasca del Búho. Ahí recibió el concepto del Gran Mecanismo y, como escritor de discursos presidenciales, el discurso que, después de 16 años, logró la negociación de la paz con las FARC y se transformó en el Premio Nobel de la Paz para el presidente Juan Manuel Santos.
Me olvidé de que hablaba con una de las activistas más informadas del mundo, y se sorprendió al escuchar que ese discurso vino de la tierra y fue dictado por la Ayahuasca.
Curiosos y genuinamente interesados, me preguntaron por mi camino junto a esta medicina para el alma.
— It started when life offered me a second chance after some sicarios tried to kidnap me. It’s been my journey from the mind to the heart.
Mi corazón y mi llamado hablaron por mí.
Le compartí sobre el camino de la mente al corazón. Sobre la búsqueda del significado y el sentido para trascender nuestras guerras internas. Sobre cómo en esas ceremonias fuera del tiempo y el espacio aprendí que el elegido es quien se elige a sí mismo.
Terminé con las iniciaciones míticas, heroicas y mitológicas de nuestros hermanos y sus animales de poder, guiados por la incondicional entrega de Don Pepe Guacamayo, la milenaria sabiduría del Búho y las inmemoriales notas de la armónica del Gran Mecanismo.
Y llegó el momento en el que mi verdad me mostró el camino.
Me puse en medio.
Los abracé.
Su corazón y el mío se conectaron.
Sentí su cabeza sobre mi hombro.
Sus brazos alrededor de mi torso y sus dedos entrelazándose.
Escuché desde adentro: “Es momento de dar el regalo que solo tú le puedes dar.”
Respiré…
Cerré los ojos.
Y soplé…
…
…
(Armonicázo de regalo abajo…)
Y al hacerlo, no pude dimensionar lo que estaba pasando.
Me desnudé de palabras para solo sentir.
Sentir para dar todo lo que soy y llevo dentro, a través de las notas inmemoriales de esa armónica que significa tanto para mí.
La cercanía de su corazón y el mío reguló nuestra respiración, ritmo cardíaco y sistema nervioso. Conforme subí la intensidad de las notas, sentí sus brazos y sus manos abrazarme con mayor fuerza, indicándome que la armónica la llevó a viajar a algún lugar desconocido en su mundo interno.
Volví a sentir.
Sentí lo que sintió: un instante de íntima conexión humana, un descanso y una caricia para el alma, y un Momento de Tranquilidad en Burning Man.
Mientras mi amor propio se elevaba a nuevas alturas, el Templo le habló de la libertad en el abrazo de un hombre que se atrevió a liberarse.
Y terminó cuando tuvo que terminar.
Agradecí al oído al hombre.
Abracé a Emma, corazón a corazón, durante varios segundos. Nos separamos, levanté su sombrero, le di un beso en la frente y le dije:
— Thank you for receiving my gift…
Clavamos nuestras miradas mientras de su ojo derecho escurría una lágrima y su ojo izquierdo liberó otra más.
E hice lo mejor que podía hacer: desaparecer en el misterio de la noche.
Me fui con la paz interna de un hombre que se ama a sí mismo. Me acerqué al fuego. Me incliné y, con la frente en la arena, agradecí, agradecí y agradecí, porque yo vivo para crear y dar Momentos de Tranquilidad.
Es mi propósito, es mi camino y es mi llamado.
Sintiendo el calor del fuego, me pregunté: ¿Qué significa esto? ¿Por qué a mí? ¿Cómo inmortalizo todo lo vivido en una frase?
Y, como siempre, en ese Momento de Tranquilidad, llegaron las palabras que engloban la totalidad de mi experiencia en Burning Man:
Cuando eliges vivir tu propósito y ofrecer tu regalo al mundo, todo es posible.
Gracias Burning Man.
Y como siempre, los agradecimientos no pueden faltar.
Gracias a Karla, por mi libertad y por cuidar a nuestro amado hijo y maestro en mis aventuras al misterio. Gracias, gracias, gracias.
Gracias a Joss, el gato siamés, por sembrar la semilla de un nuevo camino.
Gracias al Lobo y a Ceci por abrirse a recibirme y por recibir mi regalo en su boda.
Gracias al Delfín y al Colibrí, Sebas y Manolo. Ahora no hay tiempo para aburrirse. La felicidad desapareció en algún lugar de la tierra y solo nos queda el asombro.
Gracias a Yogananda, por guiarme a la reconciliación interna.
Gracias al Águila, Javier, por acompañarme desde la luz del amanecer hasta la oscuridad de mi sombra, para aprender a honrar mi libertad.
Gracias al Turpial, Alvarito, y a Fer, por recordar el pacto y encontrarnos en el camino.
Gracias al Ser, Mike, por recordarme la flexibilidad (y por joder tu bici camino al Temple Burn).
Gracias a Ricky, por sembrar ideas.
Gracias al Nativo, por ser el primero en recibir la armónica.
Gracias a Ale, por abrirte conmigo.
Gracias a Pamela y Manu, por recibir el abanico como nadie (y gracias por Superhuman).
Gracias a María, a la mujer de rojo y a David, por sus mensajes.
Gracias a Pablo, por ese láser y la visión de Mayan Warrior.
Gracias a PlayAlchemist, por ser ese portal dentro del portal.
Gracias a Kirti, Shanon, Andy y todo Sumanah.
A cada persona que me permitió dar y recibir.
A cada artista, músico, DJ y alma que ofrece su regalo en Burning Man.
A Don Pepe Guacamayo, al Búho, al Zorro Raúl y al Colibrí Arturo, por acompañarme a distancia.
Gracias por todo lo que se me olvida en este momento.
Gracias, Emma Watson, por ser la confirmación de que, cuando eliges vivir tu propósito y ofrecer tu regalo al mundo, todo es posible.




Qué bonito se escucha la armónica! ❤️
Wow,,Miguel! Que gran relato de tu experiencia en Burning Man y de tu camino de introspección! 👏🏼👏🏼👏🏼
Mil gracias por compartir! 🙏🏼🙏🏼🙏🏼