Crecer en el placer: la reconciliación interna
En el asombro que no se describe, sino que se siente, aprendí a crecer en el placer.
Durante muchos años sostuve la creencia de que, entre más difícil y dolorosa es la experiencia, más crecimiento hay disponible del otro lado.
Y sí, el dolor es una fuerte motivación para tomar acción. Y también, bajo la idea de que el mundo está puesto y continuamente crea las condiciones para evolucionar, el acto más transformador es crecer en el placer de ser tú mismo.
El miércoles salimos a explorar el desierto de noche, abiertos y receptivos al llamado del misterio.
Recorrimos instalaciones de arte y nos detuvimos en Apotheneum: un cubo gigante y multisensorial diseñado para transportar a los visitantes a un portal de tranquilidad en medio del desierto.
Desde ahí, sentimos el llamado a explorar qué encontraríamos dentro de la pirámide de PlayAlchemist.
Jamás imaginé la intensidad y concentración de energía que emana de ese lugar, y menos aún, la profundidad psicológica de la experiencia que viví ahí.
En cada persona había una sonrisa, una mirada amable, una expresión auténtica desde su outfit hasta su forma de bailar.
Amor y libertad como oxígeno compartido.
La energía y vibración del lugar creaban una nueva dimensión dentro de la dimensión, bajo el violín de Seth Schwarz.
La pirámide fue para mí la fuente de alquimia en Burning Man. Todo lo que traes dentro se magnifica. La energía se recicla hasta que llega al umbral y pide salida de una u otra forma.
La alquimia no consistió en transformar un momento doloroso o un trauma del pasado. Lo necesario fue respirar y poner atención. Sintonizar con la lectura del momento y recibir el mensaje con su revelación.
En el DJ booth, bailaba un yogui a quien en mi mente llamé: “Yogananda”.
Sentí el llamado a acercarme a él. Me moví de lugar hasta estar lo suficientemente cerca para observarlo con atención.
Lo sentí fusionado con la música y el momento, recibiendo la energía de esa planta nuclear. En éxtasis absoluto y comunión con el presente.
No necesitó hablarme. Solo la fuerza de su presencia y su conexión con la divinidad bastaron para llevarme directo a una de las dos reflexiones más importantes de esta experiencia.
Me detuve para observar y leer todo lo que ocurría en la pirámide.
Cientos de personas celebraban la vida.
Cientos de formas de habitar la experiencia humana.
Cientos de hermanas y hermanos entregados al experimento.
Frente a mí, un virtuoso le hacía el amor al violín. Era su ofrenda para este encuentro.
A su izquierda, Yogananda: un místico de larga barba y pelo suelto, devoto a su práctica, fundido en una experiencia mística.
Y junto a él, una guapa mujer topless. Bailaba en sincronía con la música, expresando su feminidad con una libertad que no pedía permiso.
“Es tan incongruente que es lo más congruente que he visto”, pensé.
No supe si comprendí mi pensamiento, pero el insight apareció con total claridad.
Yogananda me regaló una maestría en la intensidad del equilibrio.
Ese regalo rompió con pensamientos y creencias profundamente arraigadas sobre mi etapa como DJ y el camino de autoconocimiento como uno superior.
Inmediatamente lo comprendí y me dije:
— “Estás subordinado a un conflicto interno desde que decidiste renunciar a tu identidad de DJ hace más de 10 años.”
En ese instante, Yogananda y yo hicimos contacto visual, sonreímos, y sentí sus palabras:
“Estás aquí para reconciliarte profundamente contigo mismo.”
Asimilé de inmediato la profundidad psicológica de ese momento.
Recordé a mi hermano, el Búho, y pensé: “así se siente recordar”.
Me entregué totalmente a la música para transformar ese nudo de significación en un enlace habilitador del recuerdo, la aceptación y la reconciliación conmigo mismo.
Inició un diálogo interno:
— “¿Siente, dónde está el conflicto?”
— “Se siente en el pecho y en las manos. En creer que tu camino de autoconocimiento y espiritualidad estaba peleado con tu identidad de DJ. Pensaste que era ‘uno u otro’, y nunca consideraste un ‘también’.
Mira a Yogananda: está en un orgasmo energético, viviendo una experiencia mística y de conexión con la divinidad en un encuentro sagrado consigo mismo.
Está creciendo en el placer. Eso es lo que hace el alquimista dentro de PlayAlchemist.
(Play = jugar — PlayA = Burning Man — Alchemist = alquimista).”
Sí, caí en la trampa espiritual por muchos años, y no me di cuenta.
Así tuvo que suceder para comprender que, al no convertirme en un DJ mundialmente conocido, renuncié a esa identidad desde la inseguridad, el enojo y la envidia.
Elegí el camino espiritual como uno “elevado” y aparentemente contrario, desde el cual me sentía en un peldaño de superioridad frente al DJ que alguna vez fui.
Creí que podía matar una parte de mí que construyó y dio significado a mi mundo interno, y seguir adelante sin consecuencia alguna.
Me tomé todo tan en serio y tan enfocado en la profundidad, lo místico y espiritual, que era imposible bajarle dos rayitas a mi exigencia interna.
La fiesta, el desmadre y lo aparentemente irrelevante me reconectaban con mi vida de DJ, la cual reprimí por no llegar a donde quise.
Era sentirme cerca del fracaso, que es una muerte simbólica.
Mi intención era recordar mi esencia, y comprendí que para recordar(me) no puedo borrar lo que fui, porque forma parte inseparable de lo que soy.
El recuerdo abre la puerta de un nuevo nivel, pero no es posible subir de nivel en una fragmentación interna. Cada siguiente nivel necesariamente integra y trasciende al anterior.
Fue una etapa tan importante e icónica que, siendo DJ, conocí a la madre de mi hijo y compañera de vida.
Y esta vez no tuve que hablarme mal, sufrir o lamentar mis decisiones.
Lo asimilé en el momento, comprendí los pensamientos y creencias que generaron esa actitud interna, y transformé su significado.
Conecté los puntos hacia atrás y descubrí que fui a Burning Man para reconciliarme conmigo mismo desde el placer de ser uno y el mismo.
Reconciliarme fue una liberación que me condujo a una inédita sensación de paz interna.
“Yo soy, aquí estoy… Estoy completo”, me dije a mi mismo.
Llegué al desierto en búsqueda del asombro, con pensamientos y emociones que vibraban desde el campo cuántico, dispuesto y determinado a vivir una experiencia inefable.
Me encontré con Yogananda y aprendí a crecer en el placer de ser uno mismo.
Gracias, Swami Advaitananda Giri, por ser ese hermano del camino que me guió al recuerdo de mí mismo.
¿Y tú de qué recuerdo te estás escapando?
Something to think about…
“Porque sólo a través de la experiencia directa, comprendes en ti, lo que haya que comprender de ti.”
— Alfonso Ruiz Soto