Morir diciendo lo que importa: el día que mi abuela eligió el amor antes de partir
Estoy en La Toscana, celebrando los 31 años de mi esposa, mientras mi abuela, la última que me queda, está en su lecho de muerte.
Antes de viajar, inspirado en mi amigo
, la entrevisté para despedirme escuchando las historias del ser humano detrás de la gran abuela.Me faltó interés con mis otros abuelos y me perdí de sus historias, como la profunda herida que dejó en mi bisabuela la muerte de sus tres hijos varones.
Hoy desearía escuchar atento la historia del acto de coraje de mi abuelo Miguel: cuando se aventuró solo a México, dejando a su familia a los 14 años, tras ver morir a su padre fusilado en la Guerra Civil Española.
Ese sentimiento me inspiró a entrevistarla porque las historias de nuestros abuelos son también las nuestras.
Ahí están codificados los aprendizajes más valiosos y las huellas psicológicas más profundas de nuestro linaje.
Michael Singer dice:
“Death is a great teacher, but who lives with that level of awareness?”
Lo escuché de Steve Jobs y lo entendí cuando tuve que resignificarlo todo: “cuando tienes la muerte frente a ti, lo único que queda es lo realmente importante”.
En nuestra conversación puse la muerte al centro, para dar sentido al significado de ese momento. Mi intención fue guiarla a una reflexión que pusiera su vida en perspectiva. Liberándose de sí misma, agradeciendo y cerrando su ciclo con el corazón abierto.
Fueron preguntas para abrir la memoria antigua y que surja lo aprendido y sentido, y también, todo resentimiento o herida escondida que debiera llorar y sanar antes de zarpar.
Le dije:
“Abuela, llegó tu momento. El barco está listo y te espera. Cuéntame, ¿cómo descubriste el amor?”
— “Con la pérdida de mi mejor amigo Federico, a mis 10 años.”
Me contó sobre su trágica muerte por una reacción a una vacuna contra la rabia. Sin haberlo visto en una foto en 70 años, aún lo recuerda porque todavía siente el amor.
Una respuesta tras otra, la coraza empezó a ceder y abrirse. La profundidad de la conversación la hizo receptiva a escuchar la voz de su corazón.
Habían emociones volando por todo el cuarto. Revivió cada recuerdo. Sintió, simplemente sintió.
Le pregunté:
“¿Te perdonaste y perdonaste todo lo que necesitabas perdonar?”
— “Perdoné a los que cuidaron a mi papá. Fueron muy violentos con él cuando creció, para hacerlo hombre, y por eso él fue así con nosotros”.
Ahí comprendí la magnitud del trauma que la violencia dejó en su familia. Y peor aún: ejercida por quienes se ofrecieron a cuidar a mi bisabuelo cuando perdió a sus padres.
Nuestros actos pueden tener un impacto que cambie el destino de varias generaciones.
Un trauma pasa de una generación a otra, hasta que nace quien tiene el coraje de oponerse y romper con ello.
— “¿Hay algo guardado en ti que no hayas dicho y quieras decir?”.
En un silencio prolongado, miró al techo, comenzó a llorar, y sentí su caminar de la mente al corazón, y respondió:
— “Tu tía Nelly…
— Mi tía Nelly está afuera. Díselo a ella.
…
— Ahora sí, aquí está. Vela a los ojos, haz a un lado la razón y entrégate al amor.”
En ese momento, presencié a la gran matriarca pedir perdón con el corazón en la mano a la mayor de sus hijas, en los últimos días de su vida.
Atravesó la tormenta interior que vivió durante años. Cuando la negó, la expulsó, la criticó y la rechazó. Y ahora, caminando de la mente al corazón, encontró en la medicina del amor la fuerza del perdón.
Como un río sus lágrimas limpiaron el dolor estancado en su corazón al perdonarse y pedir perdón. Recordó momentos. Lloró por no haber sido la madre que quiso ser. Por alejarse. Por su indiferencia.
Se entregó y se liberó. Pero no desde lo que aprendió y le tocó vivir, sino desde el amor que la elevó a subir de nivel días antes de morir.
La matriarca, finalmente, siendo la madre que deseó ser: sin querer cambiar a sus hijos y sembrando en sus nietos el ejemplo maestro de la fuerza del amor.
Y también, reconoció que fue lo mejor que pudo hacer. Si ella heredó una mierda tamaño 100, hizo todo por pasar una mierda tamaño 50.
Y del otro lado, una hija por fin sintiendo lo incomunicable y que su alma anheló desde hace 40 años. Su corazón abrazando con todas sus fuerzas la aceptación radical y entrega del amor incondicional.
Sintiendo el amor de su madre, agradeció como parte de su historia, todo lo que le tocó vivir.
— “Yo te escogí a ti por algo, mamá.” —le dijo.
Fue una cátedra de cómo agradecer, honrar y reconocer con humildad a los que van antes de nosotros y que, con la experiencia de su machete, nos abrieron el camino.
Agradeció a sus padres que, antes que nada, y también, después de todo, son dos seres humanos. Igual que tú y yo. Gratitud a ellos, por más duro que sea, porque sin el momento de nuestra concepción no hay vida.
No amamos. No sentimos. No aprendemos. No hay llamado. No hay propósito. No hay camino de la mente al corazón.
No hay relación más importante a transformar que la relación con nuestros padres, ya sea en vida o en muerte. No fue un privilegio, fue una gran responsabilidad ver a una madre y a una hija reconciliarse frente a la muerte.
Una relación se sanó. Un significado se transformó.
Con los ancestros observando y aplaudiendo, un linaje evolucionó porque nuestras madres son el portal a la experiencia humana. Esa conversación cambió para la hija la relación con sus hijas y su nieta.
Al final, entró mi esposa y sentamos Mateo junto a la gran abuela y le pregunté:
— “¿Qué mensaje le quieres dejar y le recordaré cuando pueda comprenderlo?”
— “Aprende, escucha y pon atención a los maestros que la vida pondrá en tu camino.”
Salí de ese cuarto agradeciendo cuando, el gran maestro, Don José Campos habló en el Amazonas y dijo:
— “Empiecen por la familia…”.
Fue hasta quedarme sin abuelos que empiezo a comprender el valor de uno. Acércate a tus padres y abuelos, pregunta y escucha sus historias porque solo entendiendo de dónde vienes, podrás elegir a dónde vas.
Gracias a las dos por este Momento de Tranquilidad.
A mi abuela: te deseo buenos vientos y mares navegando al misterio que sigue después de la vida.
Gracias por abrirme el camino. Por entregarme la medicina del amor. Y, sobre todo, por enseñarme a morir diciendo lo que importa.
El Gran Renacer | Reborn
No recomiendo nada que no haya probado antes y no me pagan por hacerlo.
Dicho eso, amigos de toda la vida, amigos nuevos, amigos que podrían ser mis papás y lectores, me han preguntado:
¿Por dónde empiezo el conocimiento de mi mismo?
Toda respuesta sale desde mi experiencia de vida, pero siempre, en toda y cada una, he hablado de Reborn de y . Dos hermanos a quienes agradezco profundamente su servicio en mi camino.
Decidieron reconectar con la intención y el propósito de
. Y se atrevieron a cuestionarse para, desde su propio proceso individual y como testigos de los procesos de miles de personas, dar forma a “El Gran Renacer”, la evolución de Reborn.No necesitas un fin de semana. No hay expansores. No necesitas prepararte dos meses.
Solo un día inmersivo e intensivo de 12 horas.
Para soltar patrones, recuperar tu poder y accionar desde tu verdad.
La clave para reconfigurarte es la misma que en todo lo que vale la pena: tu compromiso.
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¡Qué belleza! Por momentos como este, por revelaciones como la que viviste y nos transmites en tu conversación con Manuela, vale la pena vivir. Es tan fácil vivir sin rencores, sin juicios, sin arrepentimientos ni orgullos, y, sin embargo, escogemos el camino difícil y amargo de juzgar, de separar y de sufrir. En un solo instante de perdón, en una mirada de dulzura, en un abrazo reprimido que se vuelve real, está la luz de la divinidad sanando nuestra mirada miope, casi ciega, y mostrándonos la auténtica majestad del ser. ¡Gran labor hiciste con esa entrevista de nieto a abuela! Por ti, por ella, por tus raíces, por tu familia, por tu mamá, y por todos nosotros, tus afortunados lectores.
Infinitas gracias ☺️ gratitud pura de este encuentro con tu abuela antes de su trascendencia.
Un regalo de vida cerrar el círculo en amor, y en paz.
Vuela Alto Manuela, que tu camino esté lleno de luz. Te amo 🤍🤍🤍