Tu voz, tu propósito
Tu voz depende de lo que tienes en la cabeza
Tu voz, tu propósito
Este año decidí aprender a cantar. Lo siento tan difícil y tan lejos que por eso vale la pena perseguirlo.
Aprender a cantar implica la humildad de ser principiante otra vez, acompañado de la frustración y la comparación por querer cantar como aquellos que admiro y han superado las 10,000 horas.
Y, más importante, implica la incomodidad de abrir la puerta de una de las relaciones más significativas que tenemos: la relación con nuestra propia voz.
Es un compromiso sostenido en la práctica y la paciencia.
Primero me acerqué con Daniel Ruiz, mi gran hermano Ruiseñor. Lo conocí en mi dieta en el Amazonas, cuando escuché el canto de la selva. La primera canción que nos ofreció este inigualable músico medicina fue “Farol de Alegría”.
Esta canción me transportó a un encuentro con la divinidad de la experiencia humana. Nunca he conectado con la música como en ese momento. En ese instante supe que él sería uno de los grandes maestros en este camino.
Contrario a lo que imaginé, aprender a cantar no consistía en una técnica del aparato fonador, ni en ejercicios de canto libre o control de la respiración.
Lo primero que me dijo fue:
— “Haz una carta a tu voz y un dibujo que represente el espacio que ocupa al romper el silencio.”
Ejercicio tras ejercicio comprendí que el canto no se sostiene en trucos técnicos para lograr la belleza estética de la voz. Cantar es la expresión libre y auténtica de la verdad del corazón.
En las tribus el canto abría un espacio para sentir la vida en toda su gama de emociones: desde el duelo más doloroso hasta el amor más sublime. La voz va mucho más allá de la dimensión estética.
En la voz, la intención no es suficiente. Lo importante es lo que hay detrás: la emoción.
A través de la escritura libre que abre el cuestionamiento profundo descubrí pensamientos destructivos sobre mi propia voz:
Mi voz es débil. No tiene fuerza ni presencia. No se escucha a tres cuadras de distancia como la de mi papá o mi hermano menor.
Mi voz no maduró. Suena a puberto. No tiene suficiente volumen y — literalmente — la gente no me escucha. De hecho, Alexa tampoco me escucha.
Mi voz solo tiene fuerza y presencia cuando es escrita. Aquí mis perspectivas y experiencias sí son “escuchadas”.
En resumen, crecí con la creencia de que mi voz era uno de mis grandes defectos de fabricación, y descubrirlo me abrió a dos caminos: lamentarme como víctima o hacer el trabajo pendiente. El camino elegido es el único digno para una mentalidad de guerrero.
La voz es el instrumento principal del ser humano. Es la herramienta de expresión por excelencia y define una gran parte de nuestra autoestima y seguridad.
Le compartí mis revelaciones a una gran hermana del camino que, así como me conectó con el Búho, ahora me conectó con Marcelo Salazar.
Investigué su contenido en redes, entrevistas y su mail diario. Al hacerlo, descubrí al experto en marca vocal y entendí que, antes de aprender a cantar, tenía que librarme de la mierda emocional que cargaba en la relación con mi voz.
Para llegar a una nueva revelación es necesario entrar a un nuevo nivel de profundidad, y me inscribí a su mentoría.
“Tu voz no depende de lo que tienes en la garganta, sino de lo que tienes en la cabeza.”
Dijo Marcelo en la primera sesión.
Para él, la voz tiene cuatro pilares:
Historia: la biografía y las experiencias que nos moldean.
Ideas: las creencias que tenemos sobre nosotros mismos.
Entorno: el contexto inmediato en que aprendimos a hablar.
Cultura: las narrativas más amplias que nos atraviesan como sociedad.
La libertad de nuestra voz se sostiene en el autoconocimiento, la autoobservación y el impacto de la realidad en nuestra historia.
¿Cuál fue la primera tarea?
Dar rienda suelta a la expresión de la voz interna sobre una hoja en blanco.
Sin juicio. Sin limitación. Sin expectativa. Permitir que la voz hable para escuchar lo que tiene que decir. Dejar a la voz hablar nos permite conocerla para construir una relación consciente, constructiva y creativa con ella.
Ahí aparece el nudo de significación en la relación. ¿Qué pensamientos he validado sobre por qué mi voz es como es? ¿De qué historias y experiencias vienen? ¿En qué circunstancias los viví?
Para descubrirlo es necesario revisitar nuestra historia.
En mi caso, la burla de mis amigos y la comparación de mi voz con otras — como la de mi padre, que tiene todo lo que anhelo en la mía — crearon la fractura de una voz fragmentada, insegura, sin autoridad y sin poder.
Eso formó una narrativa interna de inseguridad y desconfianza al momento de comunicar. Pocas veces he hablado en público y todas han sido un fracaso. Por eso decidí escribir. Lo que no lograba con mi voz, lo lograría con la palabra escrita. La confianza que no me dio mi voz, me la dio mi palabra escrita.
Aun así, no es suficiente. Si la relación con nuestra voz determina la seguridad y autoridad con la que comunicamos un mensaje, me cuestioné: ¿Cómo es mi voz en una negociación de cualquier tipo? ¿Cómo me escucho ante alguien que representa autoridad o admiración? ¿Qué cambios atraviesa mi voz ante un acto de coraje o una situación que me reta (hablar en público)?
La voz es una consecuencia y toda consecuencia obedece a una causa.
La voz es consecuencia de lo que sentimos. Todas nuestras inseguridades, limitaciones o bloqueos son adquiridos; no son innatos. Para liberar la voz no necesitamos nuevas cuerdas vocales, pulmones o laringe. La voz ya está lista; lo que falta es que tú estés listo.
El mensaje y la intención son importantes, pero lo realmente importante es la forma de comunicarlo. Tiene que haber un match entre lo que se dice y la emoción con la que se transmite.
Si la voz es nuestra herramienta por excelencia y depende de nuestro estado interno, mi responsabilidad es identificar cómo me siento en el momento que voy a usar mi voz, porque la voz siempre suena a lo que llevo dentro.
La voz responde a lo que experimentamos física, mental, emocional y espiritualmente.
Entre mayor es el conocimiento de uno mismo, mayor será la energía que tendrá nuestra voz al momento de comunicar. La voz que se trabaja y se construye termina siendo un reflejo de nuestra salud, nuestro mindset, nuestro procesamiento de emociones y nuestra verdad.
Con el acompañamiento de mi gran hermano Dani y la mentoría de Marcelo, comprendí las experiencias que dieron origen a la relación con mi voz, y el significado que elijo es que fue la voz que yo escogí antes de bajar para obligarme a hacer este trabajo y superarme una vez más.
Nunca es tarde para aprender de ti y crecer. Siempre se puede más y se puede mejor. La voz no trae una cuenta por cobrar ni espera que le pidas perdón. Te está esperando para liberarse contigo y en ti. Es un puente para conectar con la verdad del alma.
Recuerda que toda voz es consecuencia de una historia de la que no sabemos nada. Ten cuidado con los niños, porque como dice Marcelo: “La voz es como la flama de una vela, con muy poco aire se apaga”.
Trabajar nuestra voz es renovación de narrativas internas, resignificación de experiencias y libertad de expresión.
La mentoría terminó con un gran recordatorio:
“Todo sonido es primero pensamiento; si quiero cambiar mi sonido, tengo que cambiar mi pensamiento.”
Seguiré en la práctica y en este compromiso hasta que mi voz suene y conecte con mi verdad.
— Miguel
PD: Ante los desafíos de la vida, siempre elige el significado heroico, mítico y mitológico que haga de tu vida (para ti) la aventura más interesante.
Coach vocal, reconciliarte con tu pasado y convertir dolor en propósito
La mentoría con Marcelo fue tan nutritiva y reveladora que me comprometí a expandir su mensaje a miles de personas.
Una semana después en una comida con Don Fernando Cuadra,
y mi hermano Manolo, terminé hablando de esto sin planearlo.Porque cuando algo te mueve de verdad, se nota y se comparte.
Lo que leíste arriba es una pequeña parte del proceso que seguiré haciendo con Marcelo.
Si quieres entender por qué tu voz suena como suena y qué comunica de ti…
Te dejo su entrevista en Cracks.
Sigue a Marcelo aquí:



Pensamos poco en la voz y tu texto deja interesantes reflexiones, hermano. “Toda voz es consecuencia de una historia de la que no sabemos nada”. No hay voces buenas o malas; solo voces que no se reconocen.