Crecer en el placer (II): Seguir los llamados del corazón
Tras la inmensa sensación de paz interior por la reconciliación interna, agradecí a Yogananda en mi mente y regresé con la manada.
Me acerqué a mi hermano, Javier Morodo, y le dije:
— Hermano, acabo de reconciliarme con mi identidad de DJ.
Celebramos con un abrazo que me recordó La Gran Batalla. Diferentes formas, diferentes batallas, pero el mismo fondo: la reconciliación interna.
No lo compartí con nadie más, porque en mi mente aparecía continuamente la frase:
“Ahora no hay tiempo para aburrirse, la felicidad desapareció en algún lugar de la tierra y solo queda el asombro.”
— Raúl Bolaños
Y en la continua búsqueda del asombro, sentí un llamado a celebrar la reconciliación interna con mi hermano burner de tantos años, Joss Schnaider (el Gato Siamés).
Era un llamado a crecer en el placer y nombré la misión como: el llamado del Gato1.
Algo adentro de mí me decía que ese encuentro elevaría el aprendizaje recibido y qué de encontrarlo o no, el proceso de la misión sería por lo menos, muy divertido.
Convoqué a quienes quisieran aventurarse conmigo y seguir el llamado.
Solo Javier (el Águila), Mike (el Ser Humano) y yo dejamos la pirámide para aventurarnos a distintas fiestas hasta llegar al Mayan Warrior. Lo busqué en diferentes lugares donde sentí su presencia… y fallé.
No lo encontré por ningún lado.
Nos perdimos y me quedé bailando solo. Sentí que el llamado perdía fuerza y la misión fracasaría. Además, en ese momento me di cuenta que ya no tenía agua para aguantar la noche.
Me encontré con Manolon (el Colibrí), Bendo y Sebas (el Delfín), y tomamos nuestras bicis y emprendimos la travesía por agua hacia nuestro camp a las 3 AM.
Mientras rodábamos en el misterio de la noche, sin personas ni música a nuestro alrededor, pasamos junto a un tesoro que nos conectó con el asombro: unos Nerds Gummies (los dulces).
Sí…, fue algo insólito encontrarnos unos Nerds en el desierto a la mitad de la noche.
Agradecimos por ese regalo que nos reconectó con la emoción de un niño que se esconde de sus padres para comerse unos dulces.
Paramos en nuestro camp por cinco minutos, creyendo que íbamos por agua, pero en realidad fuimos a reencontrarnos como manada.
Burning Man tiene una extensión de 14 km². En la noche hay cientos de fiestas, eventos y lugares para estar. Todo sucede al mismo tiempo.
La sincronicidad de que seis hermanos que estábamos en distintos lugares coincidiéramos en esa ventana de tiempo, a media noche, fue una épica orquestación de El Gran Mecanismo que nos enseña a mirar más allá de casualidad.
El llamado resonó con más fuerza: la manada cósmica buscaría al Gato Siamés.
Seguimos la señal que emite el Mayan Warrior y se ve desde el espacio para seguir la búsqueda.
Al llegar, Javier y yo nos encontramos con Ricky en la cadena para subir al Mayan Warrior y nos recibió colocando en nuestra cabeza un pin en forma de planta para sembrar ideas.
Regalos creativos de significados profundos.
Finalmente, junto a ANOTR, los DJ’s después de transitar y aventurarnos por todo el desierto durante la noche nos encontramos con Joss, el Gato Siamés.
Los tres recordamos los últimos dos años desde que nos conocimos en Cracks Mastermind.
La magnitud de los cambios en la vida de cada uno. El camino de elegirse a uno mismo. El acto creativo de reinventarnos en un camino con corazón.
Ser un mejor yo (primer nivel) para crear un mejor nosotros (segundo nivel), y juntos crear un mejor todos nosotros (tercer nivel).
El gato se fue a la aventura a las 5AM y Javier y yo nos quedamos solos.
Éramos dos hombres esperando el amanecer en ese espacio de conexión con la fuente junto a los DJ’s.
La energía en in crescendo, la música elevándonos, la frecuencia y vibración haciéndonos sentir lo innombrable, el baile conectándonos de adentro hacia afuera… y rodeados de mujeres y personas hermosas.
Al fondo de las montañas, la salida del sol en el horizonte anunciaba el cenit de una de las mejores fiestas de nuestra vida. Un momento que sellamos por siempre en la memoria.
Y en lo que parecía una experiencia superficial, incongruente con nuestro mensaje y vacía por dentro… nos abrazamos y nos elevamos en la fuerza del agradecimiento.
Agradecimos a Luz y Karla por nuestra libertad de aventurarnos hacia los llamados del misterio.
Agradecimos y honramos a nuestros padres e hijos.
Agradecimos a nuestros maestros y hermanos del camino, y a las experiencias que nos han guiado en el camino de la mente al corazón.
Agradecimos al amor, al propósito, a la vocación, a los llamados, a la creatividad, a la música, a las medicinas de la tierra y al dinero.
Y, sobre todo, agradecimos el compromiso con nuestra amistad y el trabajo entusiasta que hemos hecho de aprender a amarnos a nosotros mismos para liberarnos de nosotros mismos.
Si hubiéramos estado ahí hace unos años, nuestra experiencia habría sido muy distinta. Nuestra conversación, enfoque y energía hubieran estado en algo más.
En lo que parecía la máxima incongruencia, descubrimos la congruencia de honrar nuestra integridad.
No es que vivirlo así nos haga superiores, vivirlo así nos ancla y alinea nuestros valores.
Desde ahí podemos elegir y no reaccionar. Ser y no aparentar.
La fiesta y los raves dejaron de ser tentaciones para convertirse en vehículos que nos enseñan a crecer en el placer de ser uno y el mismo en todo lugar y en todo momento.
¿Por qué te digo esto?
Porque una hermandad que te ama y te confronta, te apoya y cree en ti, te comprende, exige y sostiene, te abre a nuevas experiencias, comparte su conocimiento, te inspira a transformarte y te reconoce… es tan invaluable que solo queda asumir que se trata de un pacto que trasciende esta línea del tiempo.
Pasamos el resto del amanecer bailando, sintiendo y agradeciendo.
Y en la expansión de esa maravillosa fiesta, le dije:
— “Águila, esta es una de las mejores fiestas de mi vida. Mi shift es a las 8 AM y tengo que preparar el desayuno para 80 personas. No presentarme al shift sería traicionarme, porque como te presentas al shift refleja cómo te presentas a la vida.
Es un momento en el que I show up for myself porque el servicio es un acto elevado de amor propio. Y si no es por mí, es por el ejemplo a mi hijo aunque él nunca lo sepa”.
Y, en lugar de persuadirme para quedarme y extender el gozo de la fiesta, me dijo:
— “Vámonos, hermano. Te acompaño al camp porque el servicio es lo más importante.”
Consagramos nuestra amistad en un abrazo y recordamos que el que agradece, nunca se equivoca.
Inmortalizamos la frecuencia y vibración de ese instante en el que aprendimos que la fiesta y el gozo no son una distracción.
Ese amanecer fue la prueba de que el placer también es medicina.
Something to think about…
El acto más transformador es crecer en el placer de ser tú mismo.
En los retiros de la Mente al Corazón, bajo la armónica del Gran Mecanismo y la palabra de Búho, damos a nuestros hermanos el nombre de un animal de poder para acompañarlo en el recuerdo de su Ser.