Xonaxi: Invéntate a Ti Mismo
Después de atravesar la contradicción interna, inició la tercera entrega del Camino de la Mente al Corazón.
Diez hombres convocados. Diez historias únicas. Diez caminos convergentes.
Un propósito compartido: el conocimiento de uno mismo para transformarnos en mejores seres humanos.
Nos recibió la poderosa tierra de Malinalco, invitando a la desconexión.
No hay señal. No hay celulares. Solo una pluma y una libreta.
Ante nosotros, una aventura para entrar a las dimensiones más profundas y, adentro, escuchar la voz del corazón.
Antes de viajar al interior, comparto con mis hermanos la frase que descubrí al abrir el libro “La Mirada Interior”:
“Porque solo a través de la experiencia, comprenderás de ti lo que haya que comprender de ti.”
“Finalmente estamos aquí…
Respiremos y recordemos que toda experiencia nos dará en la misma medida en la que nosotros nos demos a ella”, les dije.
Contemplamos el atardecer mientras observaba a los buscadores de sentido que van a trascender su guerra interna.
Cerramos los ojos, respiramos y escuchamos el canto vivo de la naturaleza.
Tomamos nuestra pluma y, frente al intimidante poder de la hoja en blanco, les pregunté:
“¿Para qué estoy en este momento aquí y ahora?”
Mis pensamientos traen a la hoja la contradicción interna que me desgarra desde adentro.
No puedo no cuestionarme: “¿Cómo estarán Karla y Mateo? ¿Tomé la decisión correcta? ¿Me voy a arrepentir?”
Quiero dar mi regalo, pero la duda me distrae y me desconecta del instante presente.
Inspirado en la maestría de mi gran hermano, el Zorro Plateado, rescato mi atención y el enfoque se va al corazón.
Me pregunto desde adentro: “¿Para qué estás tú aquí, Miguel?”
Escribo para no justificarme ante nadie. Me cacho divagando entre lo obvio: ser un mejor padre, esposo, hijo, hermano y líder.
“Abandona la superficie y escúchate desde una nueva profundidad”, me digo a mí mismo.
En voz alta los guío diciendo:
“Conecten con la fuerza y la pureza de la semilla que es su intención. Siémbrenla en esta tierra y que florezca con ustedes estos días. Escriban de ustedes para ustedes. Háganse presentes en su propia historia. Dejen que su vida los alcance.”
Me pongo nervioso y dudo de mí.
“¿Qué mamadas estoy diciendo? No tengo idea. Mejor que el silencio nos muestre el camino”, pensé.
Me cacho autosaboteándome, pensando que no puedo, porque eso es más fácil que el acto de coraje en el que nos re-inventamos a nosotros mismos.
Y ahí recuerdo que la duda es confianza en camino.
Desde la certeza de esa confianza, me obligo a responder:
“¿Para qué dejaste a Mateo y a Karla después de todo lo que pasó?”
Extrae la esencia del propósito de tu presencia aquí…
“Estoy aquí para cantarles lo que me enseñó mi hijo en el hospital y crecer entregándome a la fuerza del llamado interno.”
Quiero compartir el regalo de Mateo a los marineros de la fuerza.
Lo siento real porque la intención del corazón no puede ser amenazada.
Y a lo lejos, escuchamos el llamado del tambor ancestral de Huitzi, el sabio maestro temazcalero, convocándonos a la primera batalla en el temazcal.
Antes de iniciar, con su memoria antigua, nos recuerda:
Nada ni nadie te puede vencer si amas lo que eres.
Despierta tus demonios internos y abraza a tus nuevos aliados.
El gusano es muy muy feo, pero el vuelo de la mariposa es hermoso.
Encapsulados en el útero de la tierra, la energía se calienta y se eleva sin parar.
El sonido del tambor hace eco de la mente al corazón y nos recuerda el latir del corazón de nuestras madres.
Aquí soltamos la coraza, el nombre y la empresa.
Aquí gritamos, lloramos y nos abrazamos entre hombres.
Aquí honramos y agradecemos a nuestros padres, amadas e hijos.
Aquí nace la camaradería que camina al corazón.
Al borde del desvanecimiento, sintiendo y tocando la frontera de nuestro límite, Huitzi nos da un mensaje de esperanza:
“Guerreros, no olviden esta palabra: Xonaxi. Invéntate a ti mismo.”
Ahí, rozando el límite donde nos incomoda crecer.
Donde ser el más fuerte ya no importa. Donde la cara toca la tierra. Donde recordamos quién realmente somos.
Justo ahí, cruzando el bardo, dejamos los recuerdos atrás y con la esperanza por delante, nos reinventamos a nosotros mismos.
Y llega la pregunta del Gran Guacamayo, maestro de ceremonias:
“¿Estás dispuesto a renunciar a aquello que te enfermó?”
Porque si no lo estás, ese caballo de Troya te robará tus sueños. Acabará con tus ilusiones. Te privará de lo que te hace sentir vivo.
Meterás un pie seguido del otro a tu cárcel interna.
Quedarás secuestrado en tus barrotes imaginarios. Frustrado, gritarás pidiendo ayuda al carcelero que te mira con profunda compasión, pero solo puede darte más de aquello a lo que no estás dispuesto a renunciar.
El miedo será tu leal acompañante, porque, como nos dijo Huitzi, es la energía más fiel de todas.
Y tu camino será un espiral en picada. Cada vez más desconectado de ti mismo. Alejado de tu medicina. Lejos de tu regalo para el mundo.
Pero si te atreves a quitarle la sábana al fantasma y mirar al carcelero a los ojos, descubrirás que detrás del miedo estás TÚ.
Y en ese encuentro contigo mismo, llevarás la mano a la bolsa y encontrarás la llave que te liberará de la prisión en la que tú mismo te encerraste.
Y comprenderás que el carcelero eras tú, eligiendo la comodidad y renunciando a tu propia evolución.
Paralizado por el miedo de atreverte a ser tú mismo en un mundo que te pide encajar, desconectarte de tu grandeza y perder tu esencia.
El miedo solo es un significado no procesado.
Un significado, no un enemigo.
El miedo es el aliado. El maestro. Y la señal del camino al siguiente nivel.
Atrevámonos a ser el gusano.
A vivir en la incomodidad del capullo.
Para en la metamorfosis, descubrir el vuelo de la libertad.
Y con la congruencia de nuestro vuelo, inspiremos el vuelo de alguien más.
El acto más revolucionario es atrevernos a ser nosotros mismos.
“¿Para qué estás aquí, Miguel?”
Para renunciar a lo que me enfermó. Reinventarme a mí mismo. Y ser testimonio de que nada ni nadie te podrá vencer si amas lo que eres.
Ahora te pregunto…
¿Para qué estás tú en este momento, aquí y ahora?
Something to think about…
La paciencia que tengas con tu hermano es la misma paciencia que tendrás contigo mismo.
— Un Curso de Milagros