¿Qué te quita libertad?
Burning Man VII: ¿Quieres tener la razón o quieres vivir en paz?
¿Qué te quita libertad?
¿Alguna vez has cocinado arroz para 80 personas? Yo tampoco… y la cagué.
Me dijeron: “una de agua por una de arroz”, y el arroz no se coció.
Me acerqué con Santiago Moctezuma, el único y gran chef de nuestro camp.
— Santi, no mames, el arroz no queda, cabrón. Ya no sabemos qué hacer.
Se acercó, lo revisó y nos dijo:
— Le falta sal y más agua. Con eso va a quedar. Tranquilos.
Rápidamente llegó Dipesh y me ayudó a terminar con el arroz, pero la depravación del sueño, el cansancio y la incomodidad del desierto explotaron en ese momento.
Mi hermano, Javier Morodo, y yo discutimos como nunca lo habíamos hecho. Un comentario pegó en la susceptibilidad; lo noté y, enojado, paré la discusión para no escalar a más. Nos distanciamos y me enfoqué en servir la comida con una sonrisa, para no contaminar la energía del camp. Limpié, guardé, ordené y me fui a descansar después de mi DJ set de 4 horas.
En mi tienda, medité para entrar al simulador de conciencia y autoobservación, y descubrir: ¿dónde está el nudo de significación y qué debo hacer para disolverlo y crear un enlace significativo?
En mi mente, la voz del imaginario me decía:
— Él la cagó y le ganó la incomodidad. Tú solo pediste ayuda. Además, como es Javier, los demás se suman a él sin hacer un ejercicio de conciencia.
Por mi mente desfiló una larga lista de razones por las que yo tenía la razón, hasta que me dormí durante cuatro horas. Desperté emputado, sin poder soltarlo, pero pude notar que atravesaba un conflicto interno y que, del otro lado, habría una revelación que disolvería el nudo de significación.
Tomé mi bici a la 1 a.m. y me fui a donde la aventura del desierto me llevara, mientras me preguntaba:
¿Cómo crece y se fortalece la hermandad a raíz de esto?
Llegué a la primera fiesta y entré en la onda musical de Yamagucci. Bailé y moví el cuerpo para liberar el bloqueo energético. La energía comenzó a fluir para dar un respiro al sistema nervioso. Canción tras canción, liberé la carga emocional de la discusión. Me sentí más liviano y enraizado para reconectar con la frecuencia de Burning Man.
Pero la carga mental ejercía presión y, en mi mente, las voces entraron en discusión:
— Yo tengo la razón. Él la cagó, no pudo procesar la experiencia y se dejó ir.
— ¿Sigues cargando con esto? ¿Y el autoconocimiento y tu trabajo interno?
Con esa conversación confirmé que la revelación en camino traería consigo la perla de un nuevo entendimiento.
Salí de ahí y me fui a rodar por las profundidades del desierto. Fui a diferentes fiestas y esculturas de arte, pero en ninguna me sentí llamado a quedarme, y me fui al Temple of the Deep.
En Burning Man, el Templo contiene, sostiene y da paso a las más profundas emociones y sentimientos humanos. Ahí se ama donde duele, se va a donde duele, se trabaja donde duele y se perdona donde duele. Se crea un campo de contención colectiva para liberar y sostener el espectro completo del sentir y la experiencia humana.
Al llegar, escribí unas palabras a mis padres, a Karla y a Mateo. Me acosté a observar y contemplar las ideas y pensamientos como iban surgiendo, hasta que el frío fue tan penetrante que fui por mi abrigo al camp.
A estas alturas de la experiencia, mientras rodaba por el desierto con las ráfagas de aire sintiéndose como alfileres penetrantes en los brazos, pensé que ir por mi abrigo era el pretexto de una hazaña del Gran Mecanismo.
De pronto, en la calle de mi camp, me encontré a dos hombres de mi edad pidiendo ayuda y siendo ignorados por todas las personas que pasaban por ahí… y yo no fui la excepción.
Pasé a dos metros de distancia, pero seguí con la justificación de que mi trabajo interno era más importante como para regresarme a ayudar a alguien que nunca volvería a ver.
A punto de llegar al camp, escuché la voz de mi intención:
— En este momento que no quieres servir, es cuando más lo tienes que hacer. El único que los va a ayudar eres tú. Por ellos viniste hasta el camp.
Y decidí regresar a servir.
— How can I help, brother? —les dije.
— We’ve been asking for help to more than 100 people. Thank you, man. Our bike chain is fucked up and we need to get to 9&B.
Con mi caja de herramientas arreglamos la cadena, y como parecían estar muy eufóricos, les expliqué con paciencia y detalle cuántas calles tenían que seguir para llegar a la 9&B.
Al despedirme, uno de ellos me detuvo y sacó un pashmina de su mochila.
— I bought this one for someone who would help me out when I needed it. But before giving it to you, tell me something bad about yourself.
— I cheated on my fiancee with her best friend.
Se cagó de risa en voz alta, y al mismo tiempo, tuvo una epifanía.
Se dio cuenta de que el único de todas las personas que lo ayudó fue el que socialmente debería ser juzgado como el hijo de puta que engañó a su esposa con su mejor amiga.
Me abrazó. Lo abracé corazón con corazón.
Abrazados, me dijo:
— I love you. I’m Dylan.
— I love you, brother. I’m Mike.
Me amarró de una forma especial la pashmina al cuello y me pidió no quitármela el resto del día.
Al irme, me gritó:
— Please don’t stop what you’re doing. And if you’re not going to do it for you, then do it for me.
Sentí el poder del servicio transformar mi actitud. Me alineé a mi compromiso, a mi intención, y regresé a mí mismo.
Dylan se llevó una lección sobre los juicios que hacemos de otros, y yo, sobre cómo el servicio siempre me da más de lo que yo doy.
Entré a mi tent, tomé el abrigo, y junto con él apareció una foto de Mateo. Regresé al Templo a contemplar, meditar y agradecer por la vida. Entre lo que agradecí, di las gracias por la discusión con Javier.
Inició el amanecer y me fui a ver a Monolink. Al terminar su set, pensé: “Iré por unos pancakes y, con suerte, veré a Emma Watson para ahora sí, platicar con ella”.
Al llegar por los pancakes, ese día, a esa hora, en ese minuto, en ese segundo y en ese instante, de entre las 70,000 personas que me pude encontrar, no me encontré a Emma Watson… me encontré a Manolo y a Javier.
“Madres, el Gran Mecanismo”, pensé.
Otra vez, la fila significaba un compromiso que no estábamos dispuestos a hacer, y nos regresamos. Pasamos por un Art Car, Long Feng, mientras tocaba uno de mis DJs favoritos: Amémé.
Sentí la claridad y fuerza del llamado a quedarme. Invité a Manolo y a Javier, pero tenían otros planes. Me quedé a bailar bajo el sol naciente para soltar lo que quedara de esa carga mental que seguía queriendo tener la razón.
Amémé me hizo bailar como nadie más. Bailé con negritos de ritmo inigualable, con mujeres totalmente sincronizadas con la música. Bailé canción tras canción de ese journey hasta que el sol se volvió tan sofocante que, sin gorra o sombrero, no podría seguir ahí.
A punto de irme, recordé que traía puesta la pashmina que me regaló Dylan.
En ese instante conecté los puntos: sin esa discusión no me habría ido a dormir; sin dormir, no me hubiera aventurado solo; sin llegar al templo, no habría ido al camp; sin ir al camp, no habría ayudado a Dylan; sin ayudarlo, no tendría la pashmina; y sin la pashmina, no me habría podido cubrir del sol.
Todo está íntimamente conectado.
Gracias a esa pashmina, me fundí en la música y el gozo de lo que, para mí, fue uno de los mejores sets de Burning Man.
Y eso no fue todo, porque cuando uno pide experiencias para el conocimiento de uno mismo, la fuente siempre da más. Da tanto que es imposible asimilarlo todo.
Me fui a PlayAlchemist para ver los horarios del sábado, el día en el que —the man burns—, y descubrí que en 10 minutos habría un sound journey de una hora y un breathwork de hora y media. El llamado, con sensaciones de intuición alrededor del corazón, se manifestó una vez más.
Me acosté en un colchón gigante bajo la sombra, y el sound journey me llevó por un viaje de Magia con Sonido. Entré en un estado de quietud absoluta: el cuerpo y la mente descansaron en las ondas musicales de estos virtuosos cuyos nombres no recuerdo.
Al terminar, venía un breathwork de 1.5 horas. ¿Quedarme o irme?
Irme significaba explorar y ver qué podría encontrar en el desierto. Quedarme era la oportunidad de liberar lo que quedara de la carga mental a través de la respiración.
María, una mujer alemana con la que compartí la sombra, me dijo:
— Quédate. David es un maestro del breathwork. No te lo quieres perder.
Comprendí el beneficio y me quedé, para salir liberado y con una actitud renovada para el principio del final.
Respiración tras respiración, David elevó la energía y la frecuencia de la pirámide para las 150 personas que estábamos ahí dentro. Las personas entraron en distintos procesos: algunos rieron, otros lloraron, otros durmieron, otros viajaron a otra dimensión.
Para mí, en el momento cumbre de la respiración, con mi estado emocional, fisiológico y mental totalmente alineados para recibir la revelación, Dani habló y me dio la perla que estaba buscando:
— Do you wanna be right or do you wanna be free?
Por mi mente pasó todo lo que sucedió en la discusión: las emociones, el enojo y la frustración. No importa cuántas veces había escuchado esa frase antes: siempre fue información que no transformé en conocimiento adquirido a través de la experiencia propia.
Finalmente comprendí que querer tener la razón es otra forma de ganar. Y aquel que busca reconocimiento, siempre querrá ganar, incluso a costa de perder su paz y libertad.
Al terminar, abracé y agradecí a María por persuadirme a quedarme. Porque, de haberme ido, el resto de mi experiencia hubiera sido radicalmente distinta. Me fui directo al Templo a escribir la revelación que ardería en el Temple Burn:
Renuncio a siempre querer ganar y tener la razón, porque eso me quita libertad.
—Miguel Guillén Danel, 30 de agosto 2025 (firmado)
Me sentí lleno de energía y amor que compartir. Me quedé acompañando, sosteniendo y abrazando a personas que atravesaban duelos y procesos dolorosos.
Al llegar al camp, me encontré a Javier, y la energía era diferente. No sé qué haya vivido él, pero nos abrazamos y supimos que la discusión había quedado atrás.
Y en ese abrazo solté de mis hombros la pesada carga de una lista de razones con las que había perdido mi paz y mi libertad.
Y a ti, ¿qué te quita libertad?1
Gracias, Raúl Romero — Zorro plateado, por regalarme esta pregunta en mi cumpleaños. Me sigue acompañando…



Gran reflexión hermano querido… en las discusiones entre hermanos, cuando alguien gana, los dos pierden. Hay que saber rendirse ante el amor. Esa es la mayor victoria.
Me encantó Mike
Gracias por hacernos parte de este maravilloso Trip
Y efectivamente, cuando las discusiones se vuelven batallas, el ego se disfraza de verdad.