El Rey de su tablero — Victor Saadia
Hay un rol que no se delega
He leído este escrito más de quince veces. Lo medité. Lo contemplé. Lo caminé. Y lo guardé por siete meses.
La primera vez lo leí en Roma. Sentí tanto que no se lo pude leer a Karla sin que mi voz se quebrara. Es tan íntimo y profundo que no encontré la intención correcta para compartirlo, y lo guardé hasta sentir el llamado de su momento.
Hace unos días en Wirikuta, sentado junto al fuego, recibí la señal del Gran Mecanismo: varios amigos están por dar la bienvenida a un bebé. Algunos esperan al primogénito o a la primogénita, con quien nacerá una familia…
Nosotros esperamos a un hermano o a una hermana, que llegará a expandir el amor incondicional de esta familia.
Esa es la señal.
Un alma, un hijo/a, un hermano/a, un nieto/a, un sobrino/a, un primo/a, un amigo/a…
Una vida humana se gesta en el vientre de mi amada.
Las reflexiones y el mensaje central de este escrito es para todo aquel que asume su paternidad — maternidad como el llamado más significativo de su vida.
Pamparios querido, respetado y admirado, Victor Saadia.
Ahora, ábrete a recibir…
El Rey de Su Tablero
Mayo 2025
A Miguel Guillén
Cuando tenía 11 años, el papá de un compañero de clase, un ajedrecista amateur, vino al salón a enseñarnos a jugar.
Yo ya había aprendido a jugar ajedrez, pero su ejercicio era muy interesante: después de haber explicado a fondo el juego, las reglas y las movidas de cada pieza, dividió a mis compañeros y a mí en dos equipos y a cada quien le asignó una pieza del tablero.
Pero no era un tablero convencional, sino un tapete de 6 metros de ancho y 6 metros de largo, donde cada pieza era casi del tamaño de cada uno de nosotros. Así que no solo te tocaba una pieza, sino que prácticamente eras la pieza en el tablero.
Tal vez por mi previa experiencia con el juego, o mi presunción de saberlo jugar, me tocó ser el rey de las piezas negras. Y el rey, por supuesto, tenía el rol principal: después de consultar con cada uno de los soldados de su equipo las posibles movidas, el rey decidía por cuál irse y pedía a su caballo o a su peón caminar las cuadrículas del tablero y acuerpar la jugada.
Yo conozco a un rey de tablero...
Tiene 33 años. Y los soldados de su equipo le llevan una década de ventaja, a veces le duplican la edad. Pero es un rey de verdad, de esos que se parecen a los grandes Marcus Aurelius, que además de guiar a todo un pueblo, de llevarlos a la guerra, de definir la estrategia comercial y política del Estado, tienen una práctica diaria y sagrada de meditar, de ponderar las preguntas existenciales, de sentarse por minutos a solas y en silencio contemplando una vela, de tomar notas en Momentos de Tranquilidad y amanecer al día siguiente no con la convicción de su fortaleza, no con la presunción de saber jugar, sino con la plena conciencia de su privilegio de saberse líder y de hacer su trabajo lo mejor posible.
Aceptan su trabajo, no como un llamado, sino como una responsabilidad que se les ha encomendado y que deben ganar la partida, no para sí mismos, sino por y para los demás.
El rey que yo conozco es joven en edad, pero viejo en sabiduría. Se aboca a los cursos de Alfonso Ruiz Soto y los cita con precisión. Se va a cenar con Pepe Ramos y, entre cerveza o cerveza, o agua mineral y agua mineral, se guarda en su corazón un comentario que Pepe menciona, para ponderarlo toda la noche, y todo el mes, y extraer de ahí otro mantra de vida para seguirse enseñando a vivir.
Llega Año Nuevo, y su amigo Javier Morodo lo reta a quitarse una máscara más para entrar más ligero al siguiente año, a la siguiente década. Que si su herida de reconocimiento estorba, pues más vale —se comprometen ambos soldados— a soltarla antes del nuevo amanecer. Se hacen listas de ToDo´s, se deshacen listas de otros ToDo´s, y se abrazan telefónicamente porque al día siguiente ya tendrán que empezar a ser otra piel.
El rey aprende de la gran torre Arturo Lomelí. Pareciera una lección de negocios, una estrategia comercial de mucho poder, pero es mucho más que eso, porque los negocios no son solo un espejo de la vida, sino que son la vida misma.
Y la torre le sugiere jugar juntando el corazón y la cabeza. Palabras que resuenan con su temazcalero: nada ni nadie te puede vencer si amas lo que eres. La torre le dice estas palabras mientras se sacrifica para que el ejército del rey gane posición. Ambos saben que eso no es un sacrificio.
El rey organiza espacios de transformación, para su empresa y para sus hermanos, pero duda sobre la dirección, la intensidad y las formas de llevarlos a cabo. Duda de su rol, aunque siente el llamado en un lugar que no puede negar que es un llamado de verdad. Como si viniera de otra generación, como si su linaje lo hubiera llamado justamente a él, no para sanar las futuras generaciones, sino para sanar las generaciones previas. Lo hace con sutileza, con la sutileza que Búho le muestra con su ulular y a través de su armónica, el Rey, el Guacamayo (Pepe Ramos), el Búho y los soldados sin importar su rango se convierten todos en peones que reciben los regalos de la Gran Madre.
Nadie sabe muy bien lo que sucede en esos vuelos que guían en conjunto, pero después de esas largas noches de oscuridad, a las que solo se puede realmente entrar si se va con toda la fuerza de la voluntad, emergen al alba y abrazan a su madre, abrazan a su padre, y la sanación continúa su camino al limpiar lo que por generaciones se ha estancado. Para los testigos de dichos abrazos, no hay duda de que todo es posible. No hay duda de que siempre, siempre, la duda es confianza en camino.
El rey manda mensajes de WhatsApp. Siempre generoso con sus amigos al presentarles a otro consejero más de su ejército. Pero no es como aquellos que han memorizado frases de grandes líderes —Churchill, Einstein, Emerson, Rumi— sino que los ha escuchado de sus maestros cercanos. Y solo, solo cuando ha saboreado hasta la última gota de su profunda sabiduría, es que se atreve a citarlos, porque esos consejos han quedado plenamente interiorizados en sí y puede compartirlos no solo con generosidad, sino con prudencia.
Creo que cuando yo era el rey de las piezas negras a mis 11 años, me faltaban ambas. O tal vez solo era muestra de que era preciso esperar, porque ambas —la generosidad y la prudencia— siguen llegando en camino para mí. Como dice el Zorro Raúl: “sí y también”. Tal vez no faltaba la generosidad y la prudencia, y al mismo tiempo, siempre hay espacio para más.
El rey ahora es padre de un pequeño soldado. Después de 33 años, su instinto sabe que su rol no es mandarle sus movimientos, diseñarle su vida para que evite tormentas y enfermedad, o más bien, para que él mismo evite las tormentas de ver a su vástago enfermar. Sino, con toda la fuerza de su instinto de rey, sabe perfecto que su rol como padre es solo el de mostrarle el tablero que tiene enfrente. Porque todo rey sabe que cada peón es rey de su propio tablero.
¿Quién es Victor Saadia?
Hace un año conocí a un hombre improbable. He aprendido mucho de él y siento que le he aprendido poco.
Recuerdo aquel momento:
Mientras sentía el delicioso frío de Valle de Bravo, mis pies descalzos en el pasto, y el rayo del sol acobijaba mi conversación con Alan Abruch y el Señor de los Hielos, se acercó el hombre del que Javier Morodo tanto me habló: un escritor, pensador y filósofo moderno.
Hice lo más inteligente que pude hacer: escuchar.
Al escucharlo comprendí que estaba ante una mente altamente creativa y afilada, con una capacidad de abstracción y síntesis muy elevada. Percibí el alcance estratégico de su mente que no solo une y conecta los puntos, sino también tiene una habilidad de comunicación sofisticadamente simple con un gran uso de la palabra.
Pero eso no fue lo más importante…
Lo más significativo es que él me inspira con cada uno de sus escritos, a ver una hoja en blanco como un encuentro íntimo y profundo para caminar de la mente al corazón.
Juntos hemos aprendido a vivir la vida con ojos de escribirla.
Ayer Isra Bravo me dijo:
“Ve a la gente con ojos de aprenderle”.
Eso significa: disuelve los prejuicios y abre tu mente a recibir lo que Victor te ofrece para mejorar tu experiencia de vida.
Camino recorrido…
Victor Saadia es empresario, autor y profesor.
Economista por el ITAM, con maestría en Pensamiento Social Interdisciplinario por la Universidad de Nueva York, y actualmente cursa un doctorado en Filosofía y Pensamiento Crítico en Suiza.
Es fundador de BioCenter y ALIVE, dirige la Asociación Mexicana de Medicina de Estilo de Vida, The Wellness Business Lab y conduce el podcast Volver al Futuro.
¿Dónde aprender y saber de Victor Saadia?
Newseletter (Imperdible). Mi favorito es: Animal de Poder
Estilo de vida en conciencia
El espiral de la abundancia
Letras de carne
Te comparto una gran conversación que tuve con Victor en febrero: “La libertad es incertidumbre”.







