Mientras caminábamos por San Francisco, platicábamos si era el destino quien te llevaba a terminar como un zombie en fentanilo o si había sido una decisión la que marcó el punto de no retorno y acabó con tu vida; en ese instante, Burning Man entró en estado de emergencia: fueron atrapados en una tormenta de arena de 120 km/hr.
No dejo heridos, pero destruyó todos los camps.
El trabajo hecho por cientos de voluntarios para construir una ciudad de miércoles a sábado fue arrasado un día antes de la llegada de 75,000 personas al desierto.
Sin haber llegado aún, la primera lección de la naturaleza exigió impermanencia y desapego, para sintonizar con el grado de libertad que se vive en esa falla de la Matrix.
Exactamente 9 meses antes, el domingo 24 de noviembre de 2024, varios de nosotros salimos hermanados del primer retiro de hombres del Camino de la Mente al Corazón. Exactamente 9 meses después, el domingo 24 de agosto de 2025, renaceríamos entrando a Burning Man.
Por eso, el poder de nuestra intención sería clave para procesar, transitar y adaptarnos a la realidad.
Ese domingo salimos de San Francisco a las 10 AM. Por mala gestión de nuestro tiempo, no desayunamos ni pudimos comer. Llegamos a Black Rock City (Burning Man) a las 7 PM, en medio de una tormenta de arena y lluvia.
Buscamos nuestras maletas en el lodo, entre cientos de personas confundidas, sin saber qué hacer y a dónde ir porque sus camps estaban destruidos.
Era momento de iniciarnos en los principios de Burning Man, siendo radicalmente responsables de nosotros mismos y en equipo.
En pocos minutos debíamos encontrar las maletas, reagruparnos para decidir a dónde ir y qué hacer para llegar a nuestro camp, antes del cierre del transporte interno por la intensidad de la lluvia.
El transporte nos dejó a 250 metros de nuestro camp. Caminamos con las maletas sobre una alfombra de lodo, en lo que parecía un pueblo fantasma de The Walking Dead.
Sin personas a la vista. Solo carpas inservibles, estructuras destruidas y fierros sueltos. Sin luces ni sonido. Únicamente la lluvia cayendo sobre el lodo y nuestros pasos dejando huella.
Caminamos hasta reconocer lo que quedaba de una estructura con los colores de nuestro camp, Sumanah.
Lo que habían construido durante 4 días nuestros leads pasó a la historia. El camp ya no existía. Estaba destruido.
No había personas. No había luz. No había ruido. No había comida.
“¿Dónde vamos a dormir?”, pensé mientras la lluvia se intensificaba.
Vimos el remolque abierto de un tráiler. Era la señal para refugiarnos y pasar ahí la noche.
El remolque estaba mojado, lleno de lodo, polvo y arena de tormentas pasadas.
Después de 9 meses, el nacimiento en Burning Man nos exigía lo mismo que a un bebé al llegar al mundo: aceptación y adaptación radical a lo que hay disponible, sin importar las condiciones.
Una bienvenida digna del inicio de una heroica, mítica y mitológica aventura.
Incómoda, sí. Y también catalizadora: nos exigía ser creativos desde el inicio. No había tiempo para desear que fuera diferente.
Nos unió el entusiasmo y el espíritu de iniciarnos así en nuestro primer Burn. Queríamos aventura, y la aventura estaba dando.
Nos refugiamos de la tormenta y pasamos la noche entre cojines mojados, materiales de obra, telas y plásticos cubiertos de polvo que sirvieron como cobijas ante el frío del desierto.
Desperté descansado y agradecido por la facilidad con la que la hermandad se adaptó a la situación.
Con la luz del sol confirmamos que no solo nuestro camp: Burning Man estaba destruido.
La señal y su significado eran claros: era momento de entregarme a mi intención: recordar mi esencia a través del servicio y de ofrecer mi regalo.
Debíamos instalar nuestros shiftpods (tents), guardar nuestras cosas, deshacernos de la basura en el área designada, ayudarnos e inmediatamente reportarnos a servir a los leads para iniciar la reconstrucción del camp.
En ese momento no importaba quién hacía más o menos. Lo verdaderamente importante era inspirar con el ejemplo, poniendo el escudo del equipo por encima del nombre en la playera.
El propósito compartido, el espíritu participativo, el liderazgo de los leads y los principios de Burning Man lograron que entre todos reconstruyéramos el 80% del camp en un día.
Por la noche volvería la tormenta, pero a pesar de conocernos apenas unas horas antes, ochenta personas nos descubrimos como una tribu imparable ante la incertidumbre del desierto y sembramos la aceptación radical como pilar de la experiencia.
La primera noche dormimos como un homeless en fentanilo de San Francisco.
Si nos hubiéramos quejado, rechazado o bloqueado ante la situación, en vez de entregarnos abiertos y receptivos, nos perderíamos la perla de una experiencia que pone nuestra vida en perspectiva.
Fue un momento para agradecer, valorar y reconocer el privilegio de vivir una aventura que, hoy, nos da el lujo de conectar con el asombro de un niño que descubre el universo.
Al navegar la incertidumbre con la auto-observación y nuestra atención enfocada a lo que sucede tanto adentro como afuera, confirmamos cuánto hemos crecido en nuestra capacidad de procesar lo impredecible y lo directa que es la realidad.
Ese zoom out nos da perspectiva y nos separa de las fuerzas invisibles que actúan sobre nosotros, para centrar la atención en la lectura del momento.
¿Qué situaciones me cuesta trabajo procesar? ¿Qué tan responsable soy de mí mismo? ¿Soy una carga para los demás? ¿Qué tanta apertura tengo al trabajo en equipo? ¿Me conformo con lo mínimo indispensable o elijo dar sin llevar la cuenta?
En esa lectura, vemos lo que realmente pasa y escuchamos lo que verdaderamente se dice. Y comprendemos que el mundo está puesto, porque todo sucede en un orden orquestado para propiciar nuestra evolución.
Atrévete a ver que todo está puesto para trascenderte a ti mismo en la gran obra de tu vida. Los actores contratados, la vestimenta seleccionada, las locaciones elegidas y el diálogo esperando a ser reescrito por ti.
Todo sucede de ti para ti.
En nuestra percepción está el significado: el mundo conmigo o el mundo contra mi — Burning Man conmigo o Burning Man contra mí.
Experiencias de esta magnitud se viven muy pocas veces en la vida. Con presencia y atención se transforman en aventuras de autoconocimiento y saltos de evolución que marcan un antes y un después en nuestra forma de experimentarnos.
No tuvimos que estar en la tormenta del sábado para sentir el beneficio de vivir esta aventura desde el desapego y la impermanencia.
En el desapego de nuestra limitada y reducida expectativa de lo que podía y debía ser la experiencia descubrimos el impredecible e inimaginable regalo que tenía reservado para nosotros.
En la aceptación de la sutil belleza de la impermanencia damos mayor significado y valor a nuestro tiempo, nuestras relaciones, al amor y a la vida… porque en cada momento se nos va.
Todo sucede de ti para ti.
Something to think about…
Lost time is never found again.
— Benjamin Franklin