Presentarte a la Práctica
Pasan los minutos frente a la pantalla en blanco y no hay señal alguna de qué voy a escribir.
Finalmente, después de dos años y medio, llegó el inevitable momento en el que no tengo idea de qué quiero compartir.
Sabía que tarde o temprano llegaría y, en el camino, me preparé para entrarle abierto y receptivo a lo que sea que me tenga que enseñar.
Cuando la antena de la conexión con la fuente falla y no hay mensajes para compartir desde la experiencia de lo ya vivido, es momento de subir de nivel.
La duda ya no viene a retarme ni a destruir mi confianza en mí mismo; ahora me acompaña para observar, con curiosidad, las posibilidades de este momento.
Sí hay nuevas experiencias en las que he recolectado varias perlas. Aun así, no siento el llamado a escribirlas todavía, porque solo escribo desde el conocimiento vivido.
Y por conocimiento me refiero a experiencia propia.
Puedo escuchar una gran frase que me ayuda a conectar puntos y da una guía para el camino, pero me falta vivirla, tocarla y sentirla.
Necesito la experiencia propia para comprenderla y recibir su sabiduría. En el arte de conectar los puntos surge el conocimiento.
Cuando Alfonso Ruiz Soto me dijo: “Una persona es sus compromisos”, resonó profundamente en mí, pero tardé casi dos años en interiorizarlo, comprenderlo, vivirlo y sentirme llamado a compartirlo.
Transformar las vivencias en experiencias enfoca mi atención al pasar de mi vida. Y en Momentos de Tranquilidad lo que hago es compartir mis experiencias.
Ahora, al no saber de qué escribir, me cuestiono si debería seguir publicando cada viernes, cambiar la frecuencia o enviarlo en cuanto esté terminado, sin importar el día y la hora.
De lo que estoy seguro es de que seguiré escribiendo porque es mi práctica sagrada. No puedo parar de hacerlo. No quiero dejar de hacerlo.
Y la forma en que me presento a la práctica define cómo me presento a la vida.
Por eso escribo: para dar sentido a mi vida y encontrarme en mi propio camino; para detenerme intencionalmente y recordarme que no puedo volar en las falsas alas de la prisa; para medir mi vida en el llamado que me enseña constantemente que, en mis alas, llevo mis sueños.
Es un ritual de exploración del universo interior.
En esta práctica me convierto en uno de los siete enanos de Blancanieves.
Agarro el talacho y mi martillo, y silbando me voy a trabajar en las profundidades de la mina. En el límite de lo conocido, en la frontera de mi conocimiento, cinceló y trabajo las piedras de la vivencia hasta extraer de lo más recóndito, profundo y oscuro, la perla de una nueva experiencia.
Y regreso a compartir.
A compartir los mensajes de lo que es más grande que al pasar del tiempo, de lo atemporal.
No para enseñar, sino para acompañar.
Recordándome en cada paso del camino de regreso, que solo quien comparte está en la abundancia.
La perla no es perla si se muere conmigo.
Si la comparto, su generoso brillo vive para iluminar el camino de quien va adelante, a un lado o unos pasos atrás.
Porque como escuché cantar a un gran maestro curandero: la oscuridad no se combate, se ilumina.
Y sé que aquí estamos los que se descubren a sí mismos en su propio camino. No seguimos a nadie, pero queremos caminar acompañados.
Y esa es la forma más humana y significativa de abordar el camino del autoconocimiento, porque bien dice mi maestro Alfonso: “lo más importante no es el destino ni el camino, sino quién te acompaña.”
Compartir y acompañar, silbando al trabajar.
No soy el gran empresario, financiero, visionario, operador, escritor, poeta, músico, místico ni tengo talentos dados por intervención divina.
La divinidad se manifiesta en las personas que acompañan mi camino.
Generosas con su sabiduría y su tiempo. Comprometidas con un propósito más grande que ellos mismos. Entregadas a sus relaciones y a vivir una evolución compartida.
La habilidad más transformadora que tengo es siempre presentarme a la práctica.
No importa si nació mi primer hijo y estoy agotado, me presento. Si atravieso una tormenta interna o empresarial, me presento. Si tengo o no ganas, o si como esta vez, escribo sin saber qué compartir al amanecer, en un sillón de hospital, desvelado porque operaron a mi esposa; me presento.
Presentándome aquí y allá, me encontré con mis hermanos del camino, y en su reflejo vi los mensajes de todo lo que no sabía que había en mí.
Ellos me inspiran a descender a las profundidades de la mina sin importar el clima o mis niveles de energía, porque, escondidas en lo más oscuro y profundo, están las perlas más luminosas de mi conciencia.
Cada perla se extrae en el compromiso de presentarme una y otra, y otra vez..
Hace tiempo leí una frase que dice:
“Never bet against the person who just keeps showing up.”
Comienzo a comprender que no se trata de llegar a la mina siendo el enano más fuerte, más resistente o más inteligente; se trata de ser el más comprometido.
En algún momento, la fuerza, la resistencia o la inteligencia quedarán cortas y lo único que permanecerá será la intención de tu compromiso.
La mina está siempre abierta para quien se atreva a presentarse y extraer la perla de una nueva experiencia.
Tú práctica es parte de una de mis prácticas: Leer algo de valor cada día. Gracias por compartir.